lunes, 7 de febrero de 2011

Señal Trágica: Aunque Ud. No lo Crea.

Castillo, Provincia Duarte: Cuando a las 1.30 de la madrugada de un viernes de verano, me despertaron para atender un caso de emergencia en el Subcentro de Salud de Castillo, Provincia Duarte, estaba lejos, muy lejos de imaginar que un pequeño accidente iniciaría un extraño e inexplicable proceso en que la muerte, la compañera invisible y permanente de la vida, se mostraría con crueldad y violencia inusitada.

Incidente pueril: Un hombre joven, de 36 años de edad en estado de ebriedad, tropezó con una verja de alambres de púas y sufrió una profunda cortadura en la cara externa del dedo pulgar de la mano derecha. A pesar de la alta concentración de alcohol etílico en sangre, el individuo se dirigió al hospital en busca de auxilio.

Extraña exigencia: Reconozco que constituyó una sorpresa para los que estábamos de “guardia” el deseo expresado por el herido, que a pesar de su borrachera, demandó que se le suturara el dedo con mucho cuidado porque no quería que le quedara una fea cicatriz ya que no tenía ni una sola señal en su cuerpo.

Misión cumplida: Limpiada y curada la herida de alrededor de 3 centímetros de largo y desgarro de la piel y del paquete muscular en la cara externa del dedo pulgar de la mano derecha, procedimos, respetando su deseo, a cerrar la herida mediante sutura subdérmica con la finalidad de que al retirar los puntos de sutura, apenas quedaran los puntitos de entrada y salida del hilo de la sutura.

El paciente con la herida curada según su deseo y con algunos grados de alcohol etílico menos, se marchó con su brazo en cabestrillo y su dedo pulgar levantado como si fuera un trofeo y se perdió en la oscuridad del bosque que separa al Centro de Salud de Castillo del resto de la población.

Sábado 5 de la mañana: Unos fuertes golpes en la puerta de la habitación usada por el médico de servicio, me despertaron abruptamente y salí de la habitación dispuesto a “echar una bronca” a la persona que había interrumpido el merecido sueño, de dos o tres horas, porque la última urgencia atendida fue a las 3 de la mañana.

Sin embargo al observar frente a la puerta al Procurador Fiscal de la población, no solo me tragué los insultos con que pensaba “rellenar” al atrevido que interrumpió mi sueño, sino que comencé a preocuparme porque la presencia de este personaje, era signo inequívoco de tragedia: en algún lugar del municipio era necesaria mi presencia, en mi condición de Médico Legista, para el levantamiento legal de alguna víctima de muerte violenta o de causas desconocidas.

No me equivoqué, en la carretera Castillo – Pimentel, apenas en el Km. 2 de la ciudad un hombre murió de politraumatismo, arrastrado por más de 50 metros por un camión cisterna cargado de leche fresca y que se dirigía de San Francisco de Macorís a Nagua.

El conductor del camión no vió al hombre dormido a la orilla de la carretera y solo sintió que algo se enganchó del vehículo (tal vez una rama) y que algunos segundos después se despegó y el siguió tranquilamente su camino, según declaró posteriormente.

La visión del lugar de la tragedia era dantesca. En el claroscuro del alba incipiente, la línea grisácea de la carretera estaba cubierta por un rastro de sangre roja negruzca, con múltiples coágulos negros que refulgían antes las luces de los vehículos detenidos, de los inevitables curiosos presentes en todas las tragedias; girones de piel con masa muscular adherida se observaban en todo el trayecto. El cuadro terminaba con una masa informe sanguinolenta donde se observaban algunos girones de piel.

Los pocos observadores presentes no podían identificar el cuerpo destrozado de la víctima. Me acerqué y provisto de guantes fui examinando el cadáver para fines del levantamiento legal y confección del Certificado de defunción. Al exponer los brazos destrozados y colocados debajo del cadáver, observé con sorpresa que el dedo pulgar de la mano derecha, estaba intacto y que su cara externa estaba marcada con una limpia sutura subdernica, que permitió una rápida identificación de la víctima.

El incidente me marcó y a partir de la fecha cada vez que me llegaba un herido en horas de la madrugada, prefería que otro diera los puntos de sutura, porque sentía el frío helado de la presencia de la parca…………….

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